A mi amiga Sylvia, a Azucena, a Amalia y a Charo, a Nuria y a Daniela, que acabamos de vernos en el parque y nos hemos reído con nuestros perros mientras Rabito perseguía palomas que se reían de él.
A mi madre, a mi mujer (ausentes), a mi hermana y a mis hijas, a Elsa.
A la mujer.
A aquella amiga que no conocía hasta ayer y me contó cómo era su vida y me dijo, mirándome a los ojos antes de empezar que no le diera consejos, que sólo la escuchara, mientras ella pedía una infusión de tila y yo un café muy cargado, ella se fumaba un cigarrillo y yo cuatro, mientras sus lágrimas me dejaban mudo de desiertos y lagos de sal que contenían mi aliento en silencios de plomo, mientras un nudo en la garganta me fue haciendo cómplice de su dolor y me olvidé del tiempo que marcaban los relojes de Dalí.
A ese sentimiento grupal, de piña, entre mujeres que nos hemos prohibido los hombres con nuestra absurda competitividad y nuestro concepto pueril de las cosas. A esa complicidad que no alcanzamos nosotros.
A ese hombro, a ese abrazo cálido que siempre fue de mujer cuando me sentí roto y donde jamás me estuvo prohibido llorar. A la mujer.
A esas mujeres con dolor y hambre, con olor a pólvora y sudor que lucharon hombro con hombro en la trinchera y dejaron su vida en un charco de Libertad.
A esa secretaria de talla gigantesca a las órdenes de un jefe de talla infantil.
A esa mujer que encaja la depredación del hombre gritando en silencio o pagándolo con un silencio infinito y para siempre. A la mujer.
A esa mujer que amamanta la vida, la cuida y la mima, y fabrica lo que hoy somos, aunque unos años después nosotros sólo seamos capaces de amamantar guerras.
A esa otra parte del universo plagado de sueños y estrellas que sólo podemos intuir vagamente los hombres desde nuestra ceguera de género, alejados en las sombras de esa otra parte del hemisferio.
A la mujer.
¡Que vivan las mujeres!
Un abrazo, Jero.
Imagen de portada tomada de: http://manualdelamujeractual.wordpress.com/
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